La cerveza, el verdadero amor incondicional para San Valentín.

Por Gabriela Calderón Avella, Colaboradora de Adelitas Cerveceras Mexicanas

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Ha llegado el mes de febrero, y de manera inevitable las vitrinas, mamparas y desplegables de toda la ciudad se visten de rojo y siluetas en forma de corazón.

Desde que inicia el segundo mes del año, se da el banderazo de salida para lo que podría ser la fecha más romántica del año: el 14 de febrero.

La presión social y comercial por celebrar la ocasión comienza a ser evidente desde que uno encuentra vendedores de rosas en cada esquina. Osos gigantes de peluche saturan los anaqueles da cada tienda y los chocolates comienzan a ser de pronto más abundantes que toda la variedad de frutas en un mercado.

Pero ¿qué hay detrás de todo este ritual? y ¿por qué cobra tanta fuerza a nivel social?. Los más ingenuos dirán que es Cupido, hijo de Venus, la mismísima diosa latina del amor y la seducción, quien técnicamente nos obliga a enamorarnos aunque intentemos por todos los medios no sucumbir a sus artes.

Los de postura crítica ante este escenario claramente capitalista, dirán que es un esfuerzo mercadológico de todas las compañías por incrementar sus ventas y el awareness de marca, justo cuando la cuesta de inicio de año comienza a verse más empinada.

La realidad sin embargo es otra, sin importar si esto se consigue a inicios, mediados o finales de año; e independientemente de que exista o no una fecha exclusiva para ello; es evidente que la Madre Naturaleza tiene pleno control sobre el asunto y ha planeado para todos nosotros sin siquiera pedir nuestro consentimiento, lo que ha sido el hilo conductor de tantas y miles de narrativas románticas a lo largo de la historia: a los seres humanos nos gusta enamorarnos.

Y esto no tiene nada que ver con Cupido, ni con esas siluetas de corazón que decoran cada rincón de las tiendas el día de San Valentín. De hecho, lo que comúnmente conocemos como amor romántico, no está directamente relacionado con nuestra salud cardiovascular.

Los estudios de Hellen Fisher, antropóloga y técnicamente la gurú del amor en tiempos contemporáneos, ahondan mucho en que ese escurridizo estado de aturdimiento, tiene su origen a nivel bioquímico.

La sensación inconfundible de estar enamorado está en nuestro cerebro, no en el corazón. En concreto en una pequeña glándula subcortical (parte de nuestro sistema límbico) que conocemos como hipotálamo y que tiene aproximadamente el tamaño de una nuez. Es decir, las mariposas que sentimos no están en el estómago, sino un tanto detrás de la cuenca orbital de cada individuo.

Estar enamorado es además (de acuerdo a diversos estudios) muy similar a experimentar un estado de locura temporal. En las investigaciones realizadas por Donatella Marazziti (psiquiatra especializada en el amor) puede observarse que la química de una persona enamorada, es muy similar a la que presentan los pacientes con trastorno obsesivo compulsivo. Razón por la cual cuando uno está enamorado simplemente no puede dejar de pensar en el otro.

Así que, si el escurridizo amor romántico (esa agradable y casi mágica sensación de ser invencible y poderlo todo junto al ser amado) es meramente un asunto de bioquímica: ¡albricias!, esto podría ser la solución a todos aquellos corazones solitarios que deambulan por estas románticas fechas sin haber encontrado aún a su media naranja. O por qué no, ser una excelente oportunidad para experimentar un triángulo amoroso sin ninguna consecuencia, siempre y cuando se aplique el conocimiento científico de manera responsable.

Para todos aquellos que gusten replicar esa sensación de pasión, locura y bienestar que nos produce el amor; la solución está al alcance de una pinta; y lo mejor de todo es que se cuenta con una gran variedad de prospectos para elegir.

Beber una cerveza podría replicar en cierto sentido la misma carga química del enamoramiento. Al ingerirla, producirá en menos de cinco minutos esa sensación de bienestar y placer tan característicos de los estados de euforia amorosos.

Ingerir una cerveza en este San Valentín ayudará a inundar nuestro sistema de dopamina, ese neurotransmisor que nos hace sentir placer y nos permitirá sentir un romántico abrazo bioquímico por al menos 90 minutos (que es el tiempo máximo que la cerveza estará circulando por nuestro sistema).

Por si esto fuera poco, la cerveza no es una amante celosa, nos alentará de hecho a experimentar con muchas variedades, aromas, sabores y texturas que podrían elevar nuestros niveles de placer al máximo.

Tendremos también la garantía de que, aunque estemos en una relación poliamorosa con ella, nunca nos reclamará, ni seremos traicionados. Podría ser aquella amante fortuita que tuvimos el gusto de conocer durante algún viaje o la pareja más agradable para disfrutar una buena plática de sobremesa.

Y entonces así, sin importar lo fría que sea, el lugar o la fecha en que decidamos iniciar nuestro romance con ella; la cerveza siempre será nuestra mejor pareja, amiga, cómplice e incondicional compañera; con la cual podremos establecer una de esas relaciones que parece que sólo existen en los cuentos de hadas: una relación para siempre, una relación verdadera.

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